Delitos carnales. El heroísmo de María González. Por Luz Darriba

Una cédula judicial del año mil setecientos treinta y ocho (1738) da cuenta de que «María González, soltera y vecina de la parroquia de San Martín de Coto, Ombreiro, provincia de Lugo, hija legítima de Pedro das Latas, de la misma vecindad y corto de medios, declara…», así reza el encabezado.

El oficio, escrito en castellano mezclado con gallego, arcaicos ambos, llena unos diez folios en los que se da cuenta de que María, con dieciocho años de edad, pobre y analfabeta, es contratada para trabajar como sirvienta en la casa de una familia pudiente en la ciudad de Lugo. En ese sitio, María es acosada y luego violada por el hidalgo, jefe de familia, que la deja preñada. Hasta aquí todo encaja en uno de los miles de puzles en los que fueron metidas como piezas a la fuerza millones y millones de mujeres desde que el mundo es mundo.

Lo que ha llamado mi atención, cuando por una feliz coincidencia llegaron estos documentos a mis manos, es que María González, la hija analfabeta y pobre de Pedro das Latas, procedente de una Galicia rural y conservadora, fuese capaz de juntar el enorme arrojo, junto con su padre, de enfrentarse al poder establecido. Un poder en el que las mujeres en general, y las Marías en particular, valían menos que cualquier animal del establo.

El documento, de difícil lectura por el intricado lenguaje y una caligrafía pensada más para el ornato que para la comprensión, que, además, contiene párrafos enteros complicados de seguir al estar lastimados por el tiempo: nada menos que doscientos ochenta y dos años, la friolera de casi tres siglos, expone, con todo lujo de detalles, los hechos que precedieron a la violación y la violación en sí, bajo la carátula de «Delitos Carnales», tal y como eran tipificados estos crímenes en la España del Antiguo Régimen.

Un despliegue de testigos relata las mismas cosas, el juez acumula pruebas, el escribiente anota en esta acta que, hoy, yo veo como histórica.

Porque, de alguna manera, María González, de dieciocho años, analfabeta y pobre, hija de Pedro das Latas y doncella pura y honesta, como también la describe el documento, no sólo se atrevió a transgredir todos los límites establecidos y denunciar a su agresor, sino que lo obligó, a través de la ley existente, a abonar de por vida una manutención para el hijo fruto de esa violación e hizo que todo este atropello fuese de dominio público, con el consiguiente descrédito social para el violador.

Podemos adivinar que no debe de haber sido sencillo para ella, con 18 años, un embarazo producto de una violación, la imposibilidad posiblemente de trabajar en otras casas, en un mundo tan retrógrado y pequeño acostumbrado a culpar siempre a las mujeres de todo, pero festejamos; yo festejo 282 años más tarde su enorme valor, su dignidad y su heroísmo.

El conocimiento directo de la historia de María González me movió a realizar una acción en la que, de algún modo, le volvíamos a dar vida, y lo que es más importante aún, le devolvíamos la palabra.

Delitos Carnales, el heroísmo de María González, es una instalación que consta de 17 piezas de 22 x 16 cm. Técnicas mixtas sobre lienzo; y una pieza sonora, la voz de María (Beatriz Dourado). En la muestra realizada en la Sala de Exposiciones de la Diputación Provincial de Lugo, en el marco de la exposición El poder de la presencia (Eliminando los límites autoimpuestos, MMM) he intervenido parte de las paredes con grafitis que contaban, una y otra vez, la historia de María en primera persona.

Luz Darriba, 2019.

Colaboraron en esta intervención:

Micaela Fernández Darriba (textos)

Beatriz Dourado (la voz de María)

Marica Campo (revisión de textos en galego)

Chiruca Gómez (grabación de audio)

Paul Baker (edición y musicalización de audio)

Adriana Pazos Ottón (fotografía)

Aymrá Ghiglione 

Pilar Sánchez Monje

Encarna Lago

A judicial document of the year one thousand seven hundred thirty-eight (1738) shows that «María González, single and neighbor of the parish of San Martín de Coto, Ombreiro, province of Lugo, legitimate daughter of Pedro das Latas, from the same neighborhood and short of means, he declares ... », so reads the heading.

The office, written in Spanish mixed with Galician, both archaic, fills about ten pages in which he realizes that María, eighteen years old, poor and illiterate, is hired to work as a servant in the house of a wealthy family. in the city of Lugo. In that place, María is harassed and then raped by the hidalgo, head of the family, who leaves her pregnant. So far, everything fits into one of the thousands of puzzles in which millions and millions of women have been forced into pieces since the world has been a world. What has caught my attention, when by a happy coincidence these documents came into my hands, is that María González, the illiterate and poor daughter of Pedro das Latas, from a rural and conservative Galicia, was able to put together the enormous courage, along with his father, to confront the established power. A power in which women in general, and Marys in particular, were worth less than any animal in the stable.

The document, difficult to read due to the intricate language and calligraphy intended more for decoration than for comprehension, which also contains entire paragraphs that are difficult to follow as they are hurt by time: no less than two hundred and eighty-two years, the A whopping almost three centuries, it exposes, in great detail, the events that preceded the rape and the rape itself, under the title "Carnal Crimes", as these crimes were typified in the Spain of the Old Regime.

A display of witnesses recounts the same things, the judge accumulates evidence, the clerk notes in this act that, today, I see as historical. Because, somehow, María González, eighteen years old, illiterate and poor, daughter of Pedro das Latas and a pure and honest maiden, as the document also describes her, not only dared to transgress all the established limits and denounce her aggressor , but it forced him, through the existing law, to pay life support for the son as a result of that violation and made all this abuse be in the public domain, with the consequent social discredit for the rapist.

We can guess that it must not have been easy for her, at 18 years old, a pregnancy due to rape, the impossibility of possibly working in other houses, in such a small and retrograde world accustomed to always blaming women for everything, but we celebrate; 282 years later I celebrated his enormous courage, his dignity and his heroism.

Direct knowledge of the history of María González moved me to carry out an action in which, somehow, we brought her back to life, and more importantly, we gave her back.

Delitos Carnales, the heroism of María González, is an installation consisting of 17 pieces of 22 x 16 cm. Mixed media on canvas; and a sound piece, the voice of María (Beatriz Dourado). In the exhibition held in the Exhibition Hall of the Provincial Deputation of Lugo, within the framework of the exhibition The power of presence (Eliminating self-imposed limits, MMM) I have intervened part of the walls with graffiti that counted, over and over again , the story of Mary in the first person. Luz Darriba, 2019.

The following collaborated in this intervention:

Micaela Fernández Darriba (texts)

Beatriz Dourado (the voice of Maria)

Marica Campo (revision of texts in Galician)

Chiruca Gómez (audio recording)

Paul Baker (audio editing and musicalization)

Adriana Pazos Ottón (fotografía)

Aymará Ghiglione 

Pilar Sánchez Monje

Encarna Lake.

Delitos carnales

El heroísmo de María González

Soy María, creo. Sí, soy. Aún soy María. Busco entre la rabia la fuerza..., quiero encontrar mi voz. Todo cambió en el momento que llegó la oscuridad. Sólo recuerdo retazos. Trozos que me golpean la cabeza. Primero la oscuridad. Luego ya no fui más yo. No he vuelto a ser la misma. Me arrastré por el barro, froté mis manos contra las paredes, lavé mi cuerpo hasta que me doliera. Algo en mí se quebró para siempre. Quedó herido en aquella oscuridad repugnante. Mi cuerpo pesaba, hedía, chillaba. Ya no fui capaz de reconocerlo. Había cambiado. Cambiado para siempre. Y luego ya no pude esconder la tristeza. Después de la oscuridad..., después de la oscuridad todo fue aún más negro. Volvió a cambiar mi cuerpo. Sentí un vacío en el estómago. Un agujero enorme por donde perdía cuanto comía. Las ganas endiabladas de echar el hígado por la boca. De querer escapar de aquel cuerpo que ya no era el mío. Todo fue por culpa de la oscuridad. No pude ver, no me pude defender. No chillé, no hui; quedé atrapada como una mosca en la telaraña. La oscuridad, mi cuerpo. Mi cuerpo se fue de mí y yo me fui a la vez. Quería gritar y no podía. No tenía voz, no tenía cuerpo. Nadie escucharía, nadie escuchó luego, nadie escucha mi cuerpo que late mientras crece. Llamé a Dios, a mi mamá querida... Estábamos solas, yo y la oscuridad, la oscuridad y yo. Yo y... Sentí asco y vergüenza. Y mucha pena. Asco y vergüenza. Quería llorar y no podía. Me levanté y eché a andar con lo que quedaba de mí. Me erguí y eché a andar. Fuera de la oscuridad.

Carnal crimes

The heroism of María González  

 I am Maria, I think. If I am. I am still Maria. I search between anger for strength ... I want to find my voice. Everything changed the moment darkness came. I only remember scraps. Pieces that hit my head. Darkness first. Then it was no longer me. I have not been the same again. I crawled through the mud, rubbed my hands against the walls, washed my body until it hurt. Something in me was broken forever. He was wounded in that disgusting darkness. My body weighed, stank, screeched. I was no longer able to recognize it. It had changed. Forever changed. And then I couldn't hide the sadness anymore. After darkness ... after darkness everything was even blacker. My body changed again. I felt an emptiness in my stomach. A huge hole where he lost everything he ate. The devilish desire to flush the liver through the mouth. Of wanting to escape from that body that was no longer mine. It was all because of the darkness. I couldn't see, I couldn't defend myself. I didn't scream, I didn't run away; I was caught like a fly in the web. The darkness, my body. My body left me and I left at the same time. I wanted to scream and couldn't. It had no voice, it had no body. No one would listen, no one listened later, no one listens to my body that beats as it grows. I called God, my dear mom ... We were alone, me and the dark, the dark and me. Me and ... I felt disgust and shame. And very sad. Disgust and shame. I wanted to cry and couldn't. I got up and started walking with what was left of me. I stood up and started walking. Out of the dark.



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Texto Curatorial

Delitos carnales es una obra de Luz Darriba basada en un hecho real del pasado, pero recreado en este tiempo. Y por tratarse de este tiempo, de nuestra contemporaneidad, la artista opta por utilizar todos los dispositivos tecnológicos para darle voz, texto, imágenes, y cuerpo a una joven de dieciocho años que fue violada por su patrón en una época en que la violación y el abuso sexual, raramente, era juzgado como delito.

El texto que da pie a la obra escrito por la artista dice lo siguiente:

Una cédula judicial del año mil setecientos treinta y ocho (1738) da cuenta de que «María González, soltera y vecina de la parroquia de San Martín de Coto, Ombreiro, provincia de Lugo, hija legítima de Pedro das Latas, de la misma vecindad y corto de medios, declara…», así reza el encabezado.

El oficio, escrito en castellano mezclado con gallego, arcaicos ambos, llena unos diez folios en los que se da cuenta de que María, con dieciocho años de edad, pobre y analfabeta, es contratada para trabajar como sirvienta en la casa de una familia pudiente en la ciudad de Lugo. En ese sitio, María es acosada y luego violada por el hidalgo, jefe de familia, que la deja preñada.

La obra (instalación, audio performativo y técnica mixta sobre lienzo) narra la historia del abuso, desde la experiencia de la víctima y todo lo que esa experiencia, terriblemente traumática, transforma su vida. María González, una joven perteneciente al mundo rural de Galicia y analfabeta, es violada por quien era su jefe. Aquí se exponen y se enfrentan dos mundos: el poder absoluto encarnado por la figura patriarcal, con estudios y posibilidades económicas y una adolescente en situación de absoluta desventaja e indefensión.

El hallazgo de este relato, sostenido por una denuncia judicial descubierta en una biblioteca, representa un acontecimiento de carácter subversivo y revolucionario.

 ¿Cómo pudo habilitarse el relato de una joven frente a un padre de familia y hombre de prestigio?

De allí en más, Luz Darriba procede a reconstrucción de un hecho completamente atípico y olvidado e invisibilizado por la historia.

La artista introduce una tensión narrativa en la gran incógnita que nos deja el pasado e intenta ponerse en la piel de María González. De ahí en más rescata la valentía de la víctima como motor de transformación, pero al mismo tiempo su padecer, su sufrimiento, algo que de cierta manera, se puede intuir, que logra reparar en su querella formal contra el abusador.

En este sentido, la historia de María González, el relato de su violación y embarazo nos trae inexorablemente al presente. El cuerpo de las mujeres, como sostiene Barbara Kruger es «un campo de batalla», un lugar de posesión, un espacio atravesado por la lógica del orden patriarcal.

Todo cambió en el momento que llegó la oscuridad. Sólo recuerdo retazos. Trozos que me golpean la cabeza. Primero la oscuridad. Luego ya no fui más yo. No he vuelto a ser la misma. Me arrastré por el barro, froté mis manos contra las paredes, lavé mi cuerpo hasta que me doliera. Algo en mí se quebró para siempre. Quedó herido en aquella oscuridad repugnante. Mi cuerpo pesaba, hedía, chillaba. Ya no fui capaz de reconocerlo. Había cambiado. Cambiado para siempre. Y luego ya no pude esconder la tristeza. Después de la oscuridad..., después de la oscuridad todo fue aún más negro. Volvió a cambiar mi cuerpo. Sentí un vacío en el estómago. Un agujero enorme por donde perdía cuanto comía. Las ganas endiabladas de echar el hígado por la boca.

Del mismo modo inesperado, porque a las mujeres les está vedada la palabra y más aún si son pobres, jóvenes o iletradas, la artista provoca la irrupción de María González en la escena contemporánea haciéndose eco de lo que recién en la segunda década del siglo XXI se llamó #Me too. Que no es otra cosa que ese grito desgarrador que recorrió el mundo y tiene su correlato en siglos de silencio, pero también, como en este caso, en voces que lograron alzarse. Alguien tuvo que hablar por primera vez para romper el cerco y para que otras y otrxs pudieran animarse a hacerlo.

Estábamos solas, yo y la oscuridad, la oscuridad y yo. Yo y... Sentí asco y vergüenza. Y mucha pena. Asco y vergüenza. Quería llorar y no podía. Me levanté y eché a andar con lo que quedaba de mí. Me erguí y eché a andar. Fuera de la oscuridad.

En este sentido, Delitos carnales es la expresión del hartazgo, de la voz cansada de sufrir, de la garganta quebrada de tanta violencia.

Con María González como con Artemisa Gentileschi se invoca ese espíritu de lucha, de justicia, y de libertad que se advierte cuando todas juntas y al mismo tiempo decimos: «hermana, yo sí te creo».

Micaela Fernández Darriba

Crítica, curadora, gestora de arte, comunicadora e investigadora en ciencias sociales.

 

Carnal crimes. The heroism of María González. By Luz Darriba

Curatorial Text

Delitos carnales is a work by Luz Darriba based on a real event from the past, but recreated at this time. And because it is this time, our contemporary, the artist chooses to use all technological devices to give voice, text, images, and body to an eighteen-year-old girl who was raped by her employer at a time when rape and sexual abuse, rarely, was judged as a crime. The text that gives rise to the work written by the artist says the following:

Una cédula judicial del año mil setecientos treinta y ocho (1738) da cuenta de que «María González, soltera y vecina de la parroquia de San Martín de Coto, Ombreiro, provincia de Lugo, hija legítima de Pedro das Latas, de la misma vecindad y corto de medios, declara…», así reza el encabezado. El oficio, escrito en castellano mezclado con gallego, arcaicos ambos, llena unos diez folios en los que se da cuenta de que María, con dieciocho años de edad, pobre y analfabeta, es contratada para trabajar como sirvienta en la casa de una familia pudiente en la ciudad de Lugo. En ese sitio, María es acosada y luego violada por el hidalgo, jefe de familia, que la deja preñada.

The work (installation, performative audio and mixed media on canvas) tells the story of the abuse, from the victim's experience and everything that terribly traumatic experience transforms her life. María González, a young woman from the rural world of Galicia and illiterate, is raped by her boss. Here two worlds are exposed and faced: the absolute power embodied by the patriarchal figure, with studies and economic possibilities and a teenager in a situation of absolute disadvantage and helplessness. The finding of this story, supported by a judicial complaint discovered in a library, represents an event of a subversive and revolutionary nature.   How could the story of a young woman be enabled in front of a father of a family and a prestigious man?

From then on, Luz Darriba proceeds to reconstruct a completely atypical event, forgotten and invisible by history. The artist introduces a narrative tension in the great unknown that the past leaves us and tries to put herself in the shoes of María González. From there on, he recovers the courage of the victim as an engine of transformation, but at the same time his suffering, his suffering, something that in a certain way, can be intuited, that manages to repair his formal complaint against the abuser. In this sense, the story of María González, the story of her rape and pregnancy inexorably brings us to the present. The body of women, as Barbara Kruger maintains, is "a battlefield", a place of possession, a space crossed by the logic of the patriarchal order.

Everything changed the moment darkness came. I only remember scraps. Pieces that hit my head. Darkness first. Then it was no longer me. I have not been the same again. I crawled through the mud, rubbed my hands against the walls, washed my body until it hurt. Something in me was broken forever. He was wounded in that disgusting darkness. My body weighed, stank, screeched. I was no longer able to recognize it. It had changed. Forever changed. And then I couldn't hide the sadness anymore. After darkness ... after darkness everything was even blacker. My body changed again. I felt an emptiness in my stomach. A huge hole where he lost everything he ate. The devilish desire to flush the liver through the mouth.

In the same unexpected way, because women are forbidden to speak and even more so if they are poor, young or illiterate, the artist causes María González to break into the contemporary scene, echoing what only in the second decade of the 21st century it was called #Me too. That it is nothing other than that heartbreaking cry that traveled the world and has its counterpart in centuries of silence, but also, as in this case, in voices that managed to rise up. Someone had to speak for the first time to break the fence and so that others and others could be encouraged to do so.

We were alone, me and the dark, the dark and me. Me and ... I felt disgust and shame. And very sad. Disgust and shame. I wanted to cry and couldn't. I got up and started walking with what was left of me. I stood up and started walking. Out of the dark. In this sense, Carnal Crimes is the expression of satiety, of the voice tired of suffering, of the broken throat of so much violence. With María González as with Artemisa Gentileschi, that spirit of struggle, justice, and freedom is invoked that is noticed when all together and at the same time we say: "Sister, I do believe you." Micaela Fernández Darriba Critic, curator, art manager, communicator and researcher in social sciences.

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