El mar; espacio de conexiones. Revisitar la obra de Alejandra Glez a través de su conexión con el mar.
Por Dayneris Brito. La Habana, 1996. BA Historia del Arte. MA Prácticas Curatoriales. Instituto Europeo di Design. Venezia S.p.A
¿Qué le debemos los cubanos al mar? O más concretamente, ¿qué le debemos las mujeres?
Desde inicios de la formación de la isla en el período colonial y en sus sucesivas etapas, el mar, como elemento simbólico de idiosincrasia, ha complementado el imaginario colectivo de la isla y ha permanecido omnipresente en cada uno de los modos de expresión artísticos-culturales de la nación. Desde la cosmogonía afrocubana hasta los rituales de celebración contemporáneos, la conexión con el mar reproduce una suerte de extensión del ser cubano y caribeño, que lo distingue como individuo social frente a otras agrupaciones humanas `política y socialmente construidas como tal.
Paradójicamente, pocas veces se relaciona la producción de un artista visual con la importancia concedida al mar como inventario de expresiones. Su eco se hace notar mucho más en el cine, la pintura, la música y el audiovisual, pero en los nuevos medios –entiéndase performance, instalación, video arte, video instalación- el mar resulta aún un elemento relegado, tal vez estigmatizado-, por la carga folclórica que trae consigo. Al mismo tiempo, al menos en Cuba el mar ha estado siempre relacionado a la femineidad. En la religión Yoruba, tan ancestral como la cultura nacional misma, el mar es representado por una deidad mujer llamada Yemayá. En su figura se sintetizan la fertilidad y la voz guerrera, así como todos los males y fortalezas asociados al océano y a las aguas que de este provienen.
Revisitando el quehacer artístico de la creadora visual cubana Alejandra Glez (La Habana, 1996) encontramos a ratos inclinaciones de tipo ética y estética que encuentran cabida en la conexión espiritual y formal con el mar. La representación de este elemento en su obra, sale a relucir en puntuales ocasiones de forma subliminar, pero con un fuerte sentido de apropiación y significancia. Una relectura crítica de la obra de esta artista, nos conlleva continuamente a tópicos como la presencia femenina en las artes visuales, el discurso de género, la inclusión de la mujer como sujeto/ autor, las problemáticas que rodean las cuestiones de orientación sexual, pero pocas veces –o nunca- hemos leído su obra a partir de los sentidos estéticos que ofrece el mar como elemento de búsqueda y representación formal. Justo en un período en que nos aferramos a lo que toda una vida ha sido de primordial importancia para la humanidad, acaso revisitar la producción de esta joven artista a través de los códigos que ofrece el mar puede ser cuando menos provechoso y atractivo.
Mar de fondo (2017) es una serie de fotografías sobre cajas de luces que se conforma a su vez de dos obras principales: Presencia y Ausencia. En la primera, un conjunto de cuerpos femeninos desnudos flota aleatoriamente sobre una superficie marina, mientras que, en la segunda, los mismos cuerpos han sido extraídos de dicha superficie y solo ha quedado la sombra de ellos, como supresión simbólica del sujeto de representación que en este caso es la mujer. A primera vista, la serie hace referencia a las féminas que han sido víctimas de los abusos sexuales o verbales frente a la dominancia de la sociedad patriarcal de ideales machistas.
El trabajo –o manipulación en todo caso- del desnudo representa aquí un statement de declaración, que intenta desprejuiciarnos de la forma en la que miramos la desnudez y sugerirlo como una manera de protesta, de postura frente a los estigmas sociales. Sin embargo, ¿por qué utilizar el mar (formal y simbólicamente) como metonimia del mal? ¿Hablamos de mar de fondo o de males de fondo? Sin lugar a dudas, el mar ha sido puesto a disposición del espectador como centro de atención, como sujeto/objeto de una historia social que contiene no solamente una fuerte conexión con la muerte y la pérdida, sino también un conjunto de referencias hacia lo místico, lo esencial y lo verdaderamente propio, autóctono de la mujer cubana en este caso.
La vida es inmortal cuando se acaba (2020) es una serie de Alejandra Glez dedicada a la artista del performance Ana Mendieta, una suerte de gurú dentro de las practicas del arte gestual en la década del 80 en Cuba y una fuente de inspiración y clara referencia para la obra de Alejandra. Dentro de dicha serie, el video-arte Estar cerca de la muerte inmortaliza el deseo de vivir (2020) nos trae nuevamente al mar, pero en esta ocasión desde una perspectiva diferente. Se celebra aquí una especie de rito para lograr la conexión espiritual consigo mismo y con los ancestros, mediante el cual Alejandra acude al mar para desnudarse, quemar su ropa y quedar completamente desnuda frente a la inmensidad que le proporciona el océano. Luego, quedará el registro de este performance y solo los restos del vestido serán colocados en la galería a modo de instalación; recurso simbólico del resto o la ceniza de la pieza original. Amén a las claras referencias con Mendieta, Alejandra utiliza subliminarmente el agua como símbolo de conexiones y búsquedas, de eterno retorno que la devuelve a su “nacimiento”, a su estado natural materializado en su propio desnudo.
Océano (2020) es una fotografía en la que dilucidamos una cabeza –presumiblemente de mujer- en medio del océano; una cabeza que flota pero que no sabemos si mantiene vida o está inmóvil. Dándole una lectura positiva, esta persona busca el oxígeno, trata de respirar frente a la vastedad del mar que le rodea. De nueva cuenta, el mar es un repositorio de historias que se mantienen en la memoria colectiva, pero que al mismo tiempo resulta un hándicap –casi siempre de la figura femenina- que le impide “salir a flote”, liberarse.
Analizadas de conjunto, múltiples conexiones pudiésemos hallara entre las tres obras y la relación con la cosmogonía Yoruba de origen africano, y más concretamente con Yemayá. Así como representa para la deidad religiosa, el mar representa para Alejandra un espacio de conexiones y espiritualidad, que entronca a su vez con la voz de la mujer en su proceso de liberación, búsqueda y encuentro consigo misma. El mar vendría siendo aquí el campo de batallas sobre el cual el sujeto femenino se disputa sus propios derechos y frustraciones, siempre bajo la máxima de hallar ese sitio ideal que le proporcione la vía de escape, la total autonomía.
The sea; connection space. Revisit Alejandra Glez's work through her connection to the sea.
by Dayneris Brito. Havana, 1996. BA History of Art. MA Curatorial Practices. European Institute of Design. Venezia S.p.A
What do Cubans owe to the sea? Or more specifically, what do women owe him?
From the beginning of the island's formation in the colonial period and in its successive stages, the sea, as a symbolic element of idiosyncrasy, has complemented the collective imagination of the island and has remained ubiquitous in each of the artistic-cultural modes of expression. of the nation. From Afro-Cuban cosmogony to contemporary celebration rituals, the connection with the sea reproduces a kind of extension of the Cuban and Caribbean being, which distinguishes it as a social individual compared to other human groups `politically and socially constructed as such. Paradoxically, the production of a visual artist is rarely related to the importance given to the sea as an inventory of expressions. Its echo is much more noticeable in cinema, painting, music and audiovisuals, but in the new media -performance, installation, video art, video installation- the sea is still a relegated element, perhaps stigmatized-, for the folklore that it brings. At the same time, at least in Cuba, the sea has always been related to femininity. In the Yoruba religion, as ancient as the national culture itself, the sea is represented by a female deity named Yemayá. In her figure fertility and the warrior voice are synthesized, as well as all the evils and strengths associated with the ocean and the waters that come from it. Revisiting the artistic work of the Cuban visual creator Alejandra Glez (Havana, 1996), we find at times ethical and aesthetic inclinations that find a place in the spiritual and formal connection with the sea. The representation of this element in her work comes to light occasionally on a subliminal basis, but with a strong sense of appropriation and significance. A critical rereading of the work of this artist continually leads us to topics such as the female presence in the visual arts, gender discourse, the inclusion of women as subject / author, the issues surrounding questions of sexual orientation, but seldom -or ever- have we read his work based on the aesthetic senses offered by the sea as an element of search and formal representation. Just at a time when we cling to what a lifetime has been of primary importance to humanity, perhaps revisiting the production of this young artist through the codes offered by the sea may be at least profitable and attractive.
Mar de fondo (2017) is a series of photographs on light boxes that is made up of two main works: Presence and Absence. In the first, a set of naked female bodies floats randomly on a marine surface, while in the second, the same bodies have been removed from that surface and only their shadow has remained, as a symbolic suppression of the subject of representation that in this case it is the woman. At first glance, the series refers to women who have been victims of sexual or verbal abuse in the face of the dominance of the patriarchal society of macho ideals. The work - or manipulation in any case - of the nude represents here a statement of declaration, which tries to prejudice us in the way we look at nudity and suggest it as a way of protest, of posture in the face of social stigma. However, why use the sea (formally and symbolically) as a metonymy of evil? Are we talking about a deep sea or a deep sea? Undoubtedly, the sea has been made available to the viewer as the center of attention, as the subject / object of a social history that contains not only a strong connection with death and loss, but also a set of references to the mystical , the essential and truly own, indigenous to Cuban women in this case.
Life is immortal when it ends (2020) is a series by Alejandra Glez dedicated to performance artist Ana Mendieta, a sort of guru within gestural art practices in the 1980s in Cuba and a source of inspiration and clear reference for Alejandra's work. Within this series, the video art Being close to death immortalizes the desire to live (2020) brings us back to the sea, but this time from a different perspective. A kind of rite is celebrated here to achieve the spiritual connection with oneself and with the ancestors, through which Alejandra goes to the sea to undress, burn her clothes and be completely naked in front of the immensity that the ocean provides. Then, the record of this performance will remain and only the remains of the dress will be placed in the gallery as an installation; symbolic resource of the rest or the ash of the original piece. In addition to the clear references with Mendieta, Alejandra subliminally uses water as a symbol of connections and searches, of eternal return that returns her to her "birth", to her natural state materialized in her own nude.
Ocean (2020) is a photograph in which we elucidate a head - presumably of a woman - in the middle of the ocean; a head that floats but we don't know if it maintains life or is motionless. Given a positive reading, this person searches for oxygen, tries to breathe in front of the vast sea that surrounds him. Again, the sea is a repository of stories that remain in the collective memory, but at the same time it is a handicap - almost always of the female figure - that prevents it from "floating", freeing itself. Analyzed as a whole, multiple connections could be found between the three works and the relationship with the Yoruba cosmogony of African origin, and more specifically with Yemayá. As it represents for the religious deity, the sea represents for Alejandra a space of connections and spirituality, which in turn connects with the voice of the woman in her process of liberation, search and encounter with herself. The sea would come here to be the field of battles on which the female subject disputes her own rights and frustrations, always under the maxim of finding that ideal site that provides the escape route, total autonomy.